Hoy he estado “enSabinada”, todo el día escuchando canción tras canción, cada una de ellas con algún pedazo que se ajusta a mi situación actual; algunas haciéndome anegar los ojos y otras que inevitablemente me hacen rodar lágrimas. Efectivamente como dice él: “Llueve sobre mojado”.
Parece que lo que llamamos malo se presenta en abundancia, evento tras evento, de mayor o menor importancia, pero todos negativos. Lo importante sería tener la cabeza bien puesta, respirar profundo y aprender de esas experiencias nada gratas. Tengo miedo que mi corazón se convierta en la Caja de Pandora, renegando de lo que no tengo y creo merecer, sin –además- quedar en ella, ningún sentimiento positivo. ¡Vaya! Mi cajita de Pandora sería versión moderna: pura maldad y cero bondad.
¿Quién soy yo para decidir lo que me corresponde y lo que no? Seguro que –como dice mi mamá- el Señor me tiene reservado algo especial, pero aún no es mi tiempo. Pero entonces, ¿cuándo será? Y al mismo tiempo me pregunto cómo me atrevo a cuestionar sus designios. Soy una muy mala creyente, me responsabilizo y me siento culpable.
Pero sin duda todo se acomoda a su tiempo, ya sea por Él o por el destino o por la alineación de los planetas o por lo que sea. Llega “el debido momento”. Ayer por la noche, sin planearlo, sin ser mi intención, recibí una llamada haciéndome una invitación: ir a misa. Mi primera reacción fue la negación inmediata. “Dios y yo tenemos una relación personal, no necesito ir a misa”, fue lo que pensé aunque no lo externé. Tras dos segundos, acepté. ¡Y cuán reparador fue! Tengo un absoluto miedo –y este es el único espacio donde lo voy a reconocer- de que mi corazón alegre se llene de rencores, de soberbias, de altanerías, de prepotencias.
Hoy me levanté con dudas sobre mi experiencia religiosa, creí que la vulnerabilidad de los últimos acontecimientos de mi vida me había sensibilizado de más. Así que decidí intentarlo una vez más. Volví a misa. Me quebré y me desbaraté. Lloré sin vergüenza, sin temor de ser juzgada, externé mis más íntimos secretos, mis mayores culpabilidades, mis cargos de conciencia, la estupidez de mi pensamiento feliz, la angustia de mi soledad, la impotencia de mis problemas sin resolver.
Esto –sin duda- no me convertirá en una fanática. Pero qué maravilla sentirse tan protegida.
2 comentarios:
Oh Lia... necesito tanto sentir esa proteccion... yo llore y me desbarate, pero no habia en quien acurrucarme.
Qué maravilla sentirse así amiga. Qué padre que te invitaron y que mejor que fuiste.
Un abrazo y un beso grande en la frente. Lamento lo que estás pasando.
"Nada te turbe, nada te espante, todo pasa...".
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