¿Qué es el
pasado? Supongo que son los eslabones que conforman la cadena de mi vida. Cada
eslabón representa un evento con o sin importancia. Algunos afectándome a mi y
otros, a alguien más, tal vez.
Hay palabras y
acciones que con seguridad habré dicho o hecho apenas hace un par de días y ya
no los recuerdo. Y hay otras que como moscas a la miel, me persiguen. Todos
esos recuerdos son en su mayoría vergonzosos. De ésos que no apetecen
recordarse. Los que uno hace como que nunca sucedieron. Pero que sí sucedieron.
Tan sucedieron que siguen ahí: rascando por debajo de la piel hasta hacerla
delgadita, casi casi transparente, rasgándola para surgir como los grandes.
Recuerdo que te recuerda que nunca dejará de ser recordado. En el más óptimo
escenario –si tengo suerte- se ausentará por algunas semanas e incluso meses,
hasta eventualmente sentirse tan olvidado que busque una novedosa manera de
emerger… sino es que alguna ayuda externa haga esa tarea por él. Cada uno de
estos eslabones –me los imagino anchos, otros menos gordos, unos pequeños y
algunos más grandes- conforma las incontables piezas del aún incompleto rompecabezas
que soy. Y quizá sólo para hacerme la vida menos miserable con tan disgustosas
memorias, decido creer que gracias a ellos soy la señora que soy.
Es increíble
que lo que antes resultaba doloroso, ya no lo es. Sólo lo es cuando la vergüenza
se asoma como compañera fiel. Sin embargo los eventos que en su momento
sucedían como un deslave para mi interior, hoy son sólo vagas sombras amorfas. Recuerdos
que decidieron no ser recordados.
¿Qué tan
promiscuo y sórdido ha sido mi proceder en cuatro décadas? ¿Cómo saber si lo
hecho anteriormente es más malo, pecaminoso y ruin que lo que haya hecho
cualquiera a mi derredor? No tengo ni media idea. ¿Existirá algún medidor que
pueda definir qué tan jodida o radiante soy? Creo que no. Sólo –quizá- la lupa inquisidora de la
sociedad. Aunque la que duerme a mi lado anhele inventarlo. Y mientras no lo
logre, me seguirá castigando de vez en vez con el abandono de su cuerpo sobre el
mío.
¿Haría ahora
lo mismo que hice hace 20 años? No. Definitivamente no. Pero sólo la
experiencia de haberlo hecho me hace llegar a esa conclusión. Así que –irrisoriamente-
debí haber hecho las cosas que hice para decidir no hacerlas el día de hoy. No
puedes saber que no te gusta algo si no lo pruebas. Y en algunos casos –el mío
en particular- se tiende a la repetición como método didáctico para el
aprendizaje. El resultado es el mismo: no puedo escaparme de ese pasado. Me defiendo
en cada oportunidad y del modo más primitivo de las acusaciones hechas en mi
contra. Acusaciones reales. Verídicas todas ellas. Alguna quizá magnificada
exponencialmente. Pero todas verdaderas. Pero ¿por qué es tan importante? ¿Qué
sabe nadie de lo que duele o no? No soy mejor o peor persona por lo que
sucediera algunas veces dentro de cuatro paredes. No necesito dar explicaciones
de las razones por las que hice lo que hice. Pero sí necesito darlas. Exijo que
se me crea. Que no se me condene ni satanice por un pasado que es ya
inexistente. Sólo en la memoria de algunas personas. Y en la mía. Hoy sé muy bien que toda acción tiene una
consecuencia. La mía será siempre estar bajo la mira de quien no confía en mí.
Un costo que afortunadamente aún puedo solventar…
2 comentarios:
Aplaudo tu regreso! Es pecado no compartir tu talento. Ya dije.
qué emoción! :D
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