miércoles, 24 de junio de 2009

Me importa un pito

.google.


“No sé, me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!”


Oliverio Girondo



jueves, 11 de junio de 2009

Confesiones # 2

.google.



Si fuera más guapa

Y un poco más lista

Si fuera especial

Si fuera de revista

Tendría el valor

De cruzar el vagón

Y preguntarte:

¿Quién eres?


Cha-le, cha-le, cha-le. Estoy en el pozo, cavando y boca abajo. No sé qué está peor: mi autoestima o mi gusto musical.

viernes, 5 de junio de 2009

Sin título # 11

.google.


Me despertó la vibración de mi teléfono celular bajo mi almohada. A tientas lo saqué de su escondite y miré la pantalla. Asombrada contesté.


- Soy yo – Me dijo la voz al otro lado de la línea.

- Ya veo…

- Necesito hablar contigo, estoy afuera de tu departamento, por favor ven.

- Ya salgo.


Mientras salía perezosamente de la cama intentaba encontrar el motivo de su presencia en mi casa -a altas horas de la madrugada-, “ni siquiera somos amigas como para venir a hablar conmigo” pensaba cuando me miré al espejo y me descubrí despeinada y con los ojos hinchados. La encontré sentada en su auto –desconocido para mí- fumando con prisa; me vio y con un gesto me invitó a subirme en el asiento del copiloto.

Me acerqué, le di un beso en la mejilla como saludo. Estaba fría por el viento helado provocado por la lluvia.


- ¿Qué pasa?

- Es que no sé cómo empezar. Ya no aguanto más.

- ¿En qué te puedo ayudar? ¡Estás temblando!, vamos adentro, te hago un té y mientras me cuentas qué sucede.


Sin decir palabra me obedeció, bajó del auto y como una sombra caminó tras de mí. Le entregué una manta para envolverse, preparé dos tazas de té y nos sentamos en mi cuarto a conversar. Yo –como siempre- en el quicio de la puerta abierta que da a la terraza, fumando un cigarro y dando pequeños sorbos a mi humeante taza, y ella en el sillón verde.

Aunque habíamos coincidido varia vez en algunos eventos y por causas extrañas habíamos intercambiado teléfonos, nunca habíamos conversado a solas, siempre estábamos rodeadas de amistades, ni siquiera recuerdo cómo nos conocimos. Pero innegable era que mis ojos siempre la seguían con discreción.

Mientras se calentaba las manos con el calor de la bebida yo no dejaba de pensar cuál era su objetivo de venir a verme, cómo había conseguido mi dirección, qué hacía aquí. Creo que me adivinó el pensamiento cuando sus ojos se encontraron con los míos.


- No sé cómo pasó, pero no puedo sacarte de mi mente.



Silencio total de mi parte. Ni una palabra.


- Te he estado evitando, no me atrevo a verte, si sé que vas a ir a alguna reunión busco el pretexto perfecto para no asistir, pero nunca lo hago.


Su voz me parecía tan lejana, aunque estaba sentada a menos de dos metros de distancia de mí, la veía tan pequeña, tan ausente. Su rostro me era completamente desconocido. No sabía quién era ella.


- Pareces muy angustiada –le dije-, no sé qué puedo hacer por ti. Tal vez dejar de coincidir en los compromisos, o no sé…

- No, no vine a pedirte eso. ¿De verdad no estoy siendo clara?, ¿no te das cuenta lo que estoy queriendo decirte?


Más silencios míos.


- No aguanto ya las ganas de acercarme, de rozar tus manos con las mías, de acercarme a tu cuello…



Dicho esto, bajó del sillón verde, caminó a gatas hasta la esquina donde estaba hecha yo un ovillo, con los ojos redondos igual que platos y el cigarro consumido entre mis dedos. Se acercó tanto que pude aspirar su aliento, cerré mis ojos y no moví un dedo. Sólo sentí sus labios encima de los míos.