viernes, 8 de mayo de 2009

A petición de Amara o buscando a Zeta

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Ha de ser raro que si este espacio fue creado para vomitar todos mis alucines y la mayoría de ellos son en torno a Zeta, de pronto y mágicamente aparezcan más mujeres tales como mi ex-novia u otra de profundos ojos verdes que me intimida de tal manera que no puedo siquiera acercarme a ella, como tema de mis textos. Pero esa es la ventaja de que este blog sea mío y de más nadie: soy yo quien manda y decide de quién se escribe y quién no se puede mencionar.

Pero leyendo el comentario que me dejó alguien llamada Amara –a quien no pude identificar pues no tiene un blog activado- me imagino que le pareció extraño darse cuenta que Zeta dejó de ser tema. Y sí, Zeta dejó de ser tema tanto en mis letras, como en mis pensamientos, pero aún no sé si en mis sentimientos.

En un post pasado mencioné algo así: de tanto que me duele, ya no me duele. Creo que sigo en el mismo punto, con la diferencia que en estos ocho meses de su ausencia me he dado cuenta que lo que verdaderamente me tiene herida es mi ego. Ni yo misma entiendo cómo procede mi comportamiento, cómo hago para –verdaderamente- dejar de pensar en ella, para no extrañarla en mi vida, en mi espacio, en mi casa, en mi cama; cómo hago para no ver su cara en mis noches de calentura mientras me masturbo. No sé. Pero lo que sí sé es que estoy mucho mejor sin ella y esa sensación de tranquilidad no tiene precio.

¿Dónde quedó Zeta? Esta es la pregunta de Amara, y no sé qué responder. Zeta está en Ciudad de México, viviendo con su mujer con la que aparentemente –por fin y por vez primera- mantiene una relación estable; trabajando para una revista, viviendo la vida que le gusta.

En mi vida no sé dónde quedó, creo que ya pasé por todas las facetas posibles: dolor, humillación, enojo, rencor, hasta llegar a la indiferencia. Una indiferencia real, no hay escondido entre mis más profundos secretos alguna llama de esperanza para verla regresar. Se llevó con ella todo el amor que le ofrecí, no me dejó nada para aferrarme a su recuerdo, me dejó vacía y sin saberlo, fue lo mejor que pudo hacer por mí.

Hoy por hoy no estoy enamorada de nadie, ni de Zeta –increíble-; ni de la otra que sigue siendo la luz de mis ojos y aún posee cierta injerencia en mí; ni de aquella que tiene un par de esmeraldas por mirada y me roba el aliento y aniquila mi entereza.

Amara querida, lamento de verdad no poder responderte dónde quedó Zeta, porque por más que la busco, no la encuentro dentro de mí…

4 comentarios:

Amara dijo...

Si no la encuentras es que de verdad se ha ido. No sé si debo felicitarte o no, lo que sí sé es que todos merecemos algunos años de viudez, especialmente después de un amor así.

En cuanto a mí, creo que sólo soy alguna clase de voyeurista que disfruta conocer el corazón de quienes se permiten abrirlo a través de lo que escriben. Gracias por eso.

Disfruta de tu -muy merecida- paz.

Lia dijo...

Gracias Amara por tomarte el tiempo de leerme.

No entendí muy bien qué quisiste decir con que "todos merecemos algunos años de viudez, especialmente después de un amor así". No sé si interpretarlo como que todos merecemos un tiempo de luto. Honestamente no entiendo. Pero si así fuera el caso, difiero de tu manera de pensar; fueron muchos años de batallas perdidas, lagrimas derramadas y muy pocos momentos de felicidad, como para además merecerme una viudez. Tampoco se trata de salir corriendo y enredarse con cualquiera. Todo llega en su justo momento, es cuestión de paciencia y actitud -algo que apenas empiezo a tener-.
Me encantaría si leyeras este comentario que no me dejaras con la duda sobre lo que me quisiste decir.

Y sí, estoy disfrutando de mi -muy merecida- paz.

Recibe un abrazo.

Amara dijo...

Gracias a tí Lia por contestarme.

Soy una lesbiana medio feminista a la que le gusta Ángeles Mastretta. Un día en uno de sus libros me encontré con una frase que decía algo más o menos así: "no hay mujer tan mala que no merezca al menos 5 años de viudez ni hombre tan bueno que no se los haya ganado". Lo que quiero decir es que después de un amor tan intenso y tan tormentoso un periodo de paz y de libertad espiritual es un regalo.

Un día cuando yo tenía el corazón tiernito y ninguna barrera me enamoré de una mujer casada y muchos años mayor que yo. Nunca he sido tan miserable. Mi vida era una especie de montaña rusa. Mis emociones dependían totalmente de las suyas. Si ella me hacía sentir querida yo era feliz, el cielo era más azul y los árboles más verdes. Si me rechazaba sentía que me faltaba el aire. Yo creo que ella disfrutaba tener tanto control sobre mí porque iba y venía y yo siempre estaba ahí. Siempre fiel. Siempre.

Un día como muchos antes, desapareció. Dejó de contestar mis llamadas, dejó de llamarme. Mi alguna vez tierno corazón ya estaba encallecido así que no la busqué más. Murió para mi. Nunca tuve más paz que cuando ella se fue.

¿Sabes que fue lo único que me dejó -además de años de terapia-? La certeza de que puedo ser mejor amada.

Un abrazo para tí también.

Lia dijo...

Hola Amara,

Gracias por resolverme la duda. Entonces estoy en completo acuerdo contigo, después de un caótico amor, nada mejor que unas merecidas vacaciones del corazón.

Tu historia es muy triste y muy real; solemos darle al otro(a) el permiso de hacer y deshacer nuestra vida. En vez de valorar el preciado regalo que representa el amor, lo utilizan a su favor para su propio beneficio -y siempre- en perjuicio nuestro.

Pero queda claro una cosa: somos nosotras quienes consentimos esas acciones, por lo tanto somos nosotras quienes podemos detenerlas.

Te felicito por haber sacado de la ruina de tu relación semejante aprendizaje que te deja saber que puedes llegar a ser mejor amada. Siempre lo he dicho y lo sostengo: hay que amar menos, pero amar mejor. No sirve de nada desgarrarse las vestiduras, tirarse al drama, llegar al borde del suicidio sólo por amar. Amar es un trabajo y hay que aprender a hacerlo.

Gracias por el abrazo, bienvenido sea.