jueves, 14 de mayo de 2009

Sin título # 8

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Es mi primer día de la semana que estoy sola. Casi siempre hay gente en esta casa: entrando, saliendo, haciendo movimiento. Hoy, afortunadamente, no.

Se oye a lo lejos el ruido del tren, me fascina el ruido del tren, son de esos íntimos secretos que conocen muy pocas personas. Me reconforta, me hace sonreír. He llegado a estacionarme sola, algunas pocas ocasiones, a lado de la vía del tren sólo para verlo y escucharlo pasar. Sin embargo hay un ruido que opaca su silbido en este momento y que incluso me gusta más pero me llena de nostalgias: la lluvia. Están cayendo grandes gotas que revientan en el techo de mi terraza y magnifican su sonido. Tengo la ventaja de poder sentarme en el quicio –alfombrado- de la puerta de mi cuarto, abierta y ver tan romántico espectáculo. Y tan triste.

No hay nada más triste que el olor a tierra mojada, el silbido de un viejo tren de carga, las hojas de los árboles moviéndose a merced del viento, truenos agrietando el cielo, una torrencial lluvia, y uno sola. Me acompaña sólo mi cigarro y el humo que arrojo de mis bocanadas forma divertidas figuras mientras revolotea entre las gotas de lluvia, como si intencionalmente quisiera acercarse a ellas. El eco de los granizos se confunde con mi corazón acelerado.

Agradezco infinitamente estar disfrutando este primer aguacero del año, sola. Sin el barullo de las risas, las voces, las botellas chocando al brindar, como cada noche en este lugar. Hubiese querido que este año –por fin- recibiera las lluvias de mayo acompañada de alguien especial. Otro de mis íntimos secretos.

Eso me pasa –dicen- por ser tan exigente, por no abrirle la puerta a cualquiera, por darle a mis labios un valor tan elevado que prefiero que no sean besados, por no permitir que nadie toque mi cuerpo para robarme una caricia intencional. Soy mi templo, soy mi dueña, y aunque en momentos como hoy quisiera que me hiciera suya cualquiera que me deseara, no puedo, no puedo.

Me adormece el ruido de la lluvia golpeando el asfalto, mezclándose con los hielitos traviesos, mientras el cielo se queja una y otra vez con gritos cada vez más fuertes. Extraño no extrañar. Me duele que no me duela. Siento tanto no sentir. Al menos aún puedo llorar.


3 comentarios:

Amara dijo...

¡Qué bonito escribes chingado!

Parece que compartimos la nostalgia querida Lía. Esta es una noche rara. Afuera está fresco, hay viento y han caído un par de gotas de lluvia -cosa extraordinaria por estos rumbos-. Amo la lluvia pero me pone triste, reflexiva. En este momento siento un hoyito en el corazón y tus palabras han dado justo en el clavo. Me duele que mi "ella" no sepa cuánto la extraño. Me duele que no me crea. ¡Si supiera que sin pensarlo correría a sus brazos!

Salud amiga querida. Por la lluvia que nos hace llorar.

Lia dijo...

Querida Amara adorada!

Me apenas con tus piropos..

La lluvia, la muy maldita nomás trae recuerdos o anhelos.

Salud querida, saluuud!!

Lady Jesus dijo...

Sencillamente me EN-CAN-TO.

Clap clap mi querida Lia, te ofrezco una ovación de pie.

Clap, clap.

No estás sóla, voltea a la izquierda y me volverás a ver, sonrio y tú debes hacerlo también.

Disfrutemos de la lluvia. :)